Estuviste conmigo muchos años.
Viste pasar mis días de adolescencia y te hiciste viejo mientras yo me convertía en adulta.
Estuviste junto a mí mostrándome el romance y la aventura, revelándome nuevos conocimientos, cada cual más complejo y maravilloso que el otro. También, fuiste testigo de cómo el futuro nos alcanzaba.
Albergaste mi televisión (cuando todavía solía mirarla con frecuencia) y una videocasetera que, posteriormente, se transformaría en DVD. Después almacenaste mis videos y aquellas cintas magnetofónicas que se trocarían en CD's y MP4.
Te recuerdo luciendo mi primera enciclopedia, una de Reader's Digest y después los veinte tomos de la Cultural, sumados a los 8 de la Autodidáctica Océano. Y así, uno tras otro, ejemplares fueron ocupando tus estantes, conforme mis intereses variaban de los OVNIS y la Ciencia, a la Apologética y la Teología, pasando por los clásicos y alguno que otro sueño en Alemán, Inglés, Francés y Japonés.
Fuiste también zapatero y ropero de ocasión, cuando el desorden hacía imposible encontrar nada en mi habitación y cuando las prisas dictaban lanzar las cosas a donde quiera que hubiese un espacio libre o medianamente estable.
No hace ni un año, que retiré de uno de tus lados el plan de estudios que solicité a la secretaria de la facultad de Pedagogía en el año 1996. Y también fue entonces cuando arranqué los testimonios de mi crecimiento espiritual: los programas de vida de TOV, la imagen de La Milagrosa y uno que otro pensamiento fotocopiado de mis días de estudiante y esa dieta infallable que jamás pude completar. Fuiste espacio para mis adornos, fuesen de barro o sintéticos, albergaste mis apreciados peluches y también resguardaste mi escasa fortuna, y ¿Fue alguna vez un florero lo que se lanzó al vacío desde tu parte más alta? No lo recuerdo. Lo que sí recuerdo era la emoción de ver mis tesoros exhibidos en ti.
Tu diseño fue lo máximo; pero te salieron huecos, provocados por el ir y venir entre una y otra habitación e incluso entre una y otra vivienda. Te astillaste por todas partes, y tu gallarda figura poco a poco fue encorvándose, vencida por el peso del papel y la tinta que nutrieron mi mente y enriquecieron mi espíritu.
Fuiste pared, fuiste puerta, fuiste algo más que tornillos y aserrín y, en ocasiones, fuiste mi única protección contra la difícil realidad.
Es tiempo de despedirnos... Querido Librero.
La Warri ^_~
Viste pasar mis días de adolescencia y te hiciste viejo mientras yo me convertía en adulta.
Estuviste junto a mí mostrándome el romance y la aventura, revelándome nuevos conocimientos, cada cual más complejo y maravilloso que el otro. También, fuiste testigo de cómo el futuro nos alcanzaba.
Albergaste mi televisión (cuando todavía solía mirarla con frecuencia) y una videocasetera que, posteriormente, se transformaría en DVD. Después almacenaste mis videos y aquellas cintas magnetofónicas que se trocarían en CD's y MP4.
Te recuerdo luciendo mi primera enciclopedia, una de Reader's Digest y después los veinte tomos de la Cultural, sumados a los 8 de la Autodidáctica Océano. Y así, uno tras otro, ejemplares fueron ocupando tus estantes, conforme mis intereses variaban de los OVNIS y la Ciencia, a la Apologética y la Teología, pasando por los clásicos y alguno que otro sueño en Alemán, Inglés, Francés y Japonés.
Fuiste también zapatero y ropero de ocasión, cuando el desorden hacía imposible encontrar nada en mi habitación y cuando las prisas dictaban lanzar las cosas a donde quiera que hubiese un espacio libre o medianamente estable.
No hace ni un año, que retiré de uno de tus lados el plan de estudios que solicité a la secretaria de la facultad de Pedagogía en el año 1996. Y también fue entonces cuando arranqué los testimonios de mi crecimiento espiritual: los programas de vida de TOV, la imagen de La Milagrosa y uno que otro pensamiento fotocopiado de mis días de estudiante y esa dieta infallable que jamás pude completar. Fuiste espacio para mis adornos, fuesen de barro o sintéticos, albergaste mis apreciados peluches y también resguardaste mi escasa fortuna, y ¿Fue alguna vez un florero lo que se lanzó al vacío desde tu parte más alta? No lo recuerdo. Lo que sí recuerdo era la emoción de ver mis tesoros exhibidos en ti.
Tu diseño fue lo máximo; pero te salieron huecos, provocados por el ir y venir entre una y otra habitación e incluso entre una y otra vivienda. Te astillaste por todas partes, y tu gallarda figura poco a poco fue encorvándose, vencida por el peso del papel y la tinta que nutrieron mi mente y enriquecieron mi espíritu.
Fuiste pared, fuiste puerta, fuiste algo más que tornillos y aserrín y, en ocasiones, fuiste mi única protección contra la difícil realidad.
Es tiempo de despedirnos... Querido Librero.
La Warri ^_~
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