Amo las telenovelas.
Fueron mi segundo amor en cuanto a historias que me son contadas (el primero fue El Libro Policíaco de Color serie Chicago North Brigade).
Comencé a mirarlas como a los 4 años, aunque sólo cuatro historias me han incentivado lo suficiente, en su día, para estar atenta, tantos días como pudiera, frente al televisor.
No me importan ni me interesa ver en ellas tramas "apegadas a la realidad", como tanto pide a gritos un sector del público contemporáneo; de hecho, entre más ideales y fantasiosas y alejadas de la realidad, mejor me parecen; en sí no me interesa nada más que me diviertan y me entretengan mucho. Para ser sincera, algunas que me han entretenido horrores, son de las peores historias que he visto: pésimamente contadas y peor actuadas, con protagonistas torpes y verdes y demás.
El caso es que estos días he visto más telenovelas que todo el año anterior, hablando de verles un capítulo a la semana o menos (no tengo tiempo para más); y estoy pensando seriamente abrir una sección en mi blog dedicada a "Quejosidades telenoveleras" =/ ¡Caray! ¡Van de mal en pior! Ahora ni entretenidas, ni buenas, ni pésimas; de hecho, todavía no he encontrado una palabra que las defina y que defina mi malestar al respecto.
De puritita buena suerte que mi teléfono tiene problemas o ya hubiera, en un instante de desesperación, llamado al cable y contratado el servicio sólo para poder mirar en el canal de las telenovelas algún capítulo de aquellas producciones ochenteras y noventeras que he comenzado a extrañar con intensidad.
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Fueron mi segundo amor en cuanto a historias que me son contadas (el primero fue El Libro Policíaco de Color serie Chicago North Brigade).
Comencé a mirarlas como a los 4 años, aunque sólo cuatro historias me han incentivado lo suficiente, en su día, para estar atenta, tantos días como pudiera, frente al televisor.
No me importan ni me interesa ver en ellas tramas "apegadas a la realidad", como tanto pide a gritos un sector del público contemporáneo; de hecho, entre más ideales y fantasiosas y alejadas de la realidad, mejor me parecen; en sí no me interesa nada más que me diviertan y me entretengan mucho. Para ser sincera, algunas que me han entretenido horrores, son de las peores historias que he visto: pésimamente contadas y peor actuadas, con protagonistas torpes y verdes y demás.
El caso es que estos días he visto más telenovelas que todo el año anterior, hablando de verles un capítulo a la semana o menos (no tengo tiempo para más); y estoy pensando seriamente abrir una sección en mi blog dedicada a "Quejosidades telenoveleras" =/ ¡Caray! ¡Van de mal en pior! Ahora ni entretenidas, ni buenas, ni pésimas; de hecho, todavía no he encontrado una palabra que las defina y que defina mi malestar al respecto.
De puritita buena suerte que mi teléfono tiene problemas o ya hubiera, en un instante de desesperación, llamado al cable y contratado el servicio sólo para poder mirar en el canal de las telenovelas algún capítulo de aquellas producciones ochenteras y noventeras que he comenzado a extrañar con intensidad.
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