En la región huasteca, en el norte del estado de Veracruz existe una tradición muy especial, que probablemente sea única en su tipo y se celebra el 7 de diciembre. Le llamamos "El día del Niño perdido".
En esta fecha, por la noche, se acostumbra a encender velitas en la acera frente a las casas y/o negocios, supuestamente para alumbrar el paso de la Virgen María y San José, quienes buscan a Jesús, que se les ha perdido y también para que el propio divino infante encuentre el camino de regreso a casa.
Un pasaje del Evangelio de Lucas (2:41-50) describe que Jesús regresaba con sus padres desde Jerusalén, pero que éstos hicieron tres días de camino, antes de descubrir que él no viajaba en la caravana, así que tuvieron que regresarse a buscarle, tardando tres días en encontrarle en el Templo, entre los doctores de la ley, escuchándoles y haciéndoles preguntas.
Según datos históricos, se cuenta que esta singular tradición se originó en la ciudad de Túxpan en la década de los 70's, probablemente fomentada por los sacerdotes y religiosos del lugar. En la actualidad, sin perder su sabor religioso ha pasado a ser una tradición conservada también por las autoridades locales, quienes la fomentan incluso distribuyendo velas entre los ciudadanos, para garantizar un espectáculo de luz impresionante en el puerto.
Uno de los aspectos más significativos de la celebración es la participación infantil: los niños colaboran en el encendido de las velas y fabrican un cochecito de cartón o de madera que sacan a pasear en procesión; esperando con ilusión ayudar a encontrar a Jesús.
En la capital del estado (Xalapa), aunque en menor medida, también se cultiva esta tradición desde hace 16 años, llevada hasta esa ciudad por una señora originaria de Tuxpan. Y muy probablemente también exista en otras ciudades de la república gracias a la migración de los ciudadanos tuxpeños.
Una fiesta llena de magia, para guardar en el corazón; para recuperar un poco de inocencia y para conservarla y transmitirla a las nuevas generaciones. Una fiesta que invita a encender una luz en nuestras almas a la espera del paso del Señor.