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Debo contemplarte, aunque no lo desee. Y es que, el alboroto armado por la multitud no puede pasar desapercibido en ninguna forma: adonde dirija mis pasos hay personas, si deseo escapar hay una multitud que viene en dirección contraria hacia mí y frena mi avance; aunque imploro por silencio el clamor de los "¡Hosana!" me ensordece.
Quiero alejarme de ti. No sé quién eres, ni de dónde vienes; pero creo saber a dónde vas: al fracaso rotundo y al juicio inclemente. Quiero alejarme y, en cambio, descubro mi túnica en el suelo, cubriendo la vía que recorres, y en mis manos indignas una palma.
Sonríes, mirándome desde tu emplazamiento: un espinazo de borrico ingenuo que jamás ha experimentado el peso de la humanidad ¡Y qué humanidad! ¡Y qué peso!: Sobre unos hombros inocentes el fardo de nuestros pecados y a lomos de una bestia miserable el Rey de Reyes.
¿Pudiera ser que el universo lo contenga un suspiro? No lo sé; pero, en tanto, El Creador ha entrado ya en el Tiempo a lomos de un borrico...
