Llegamos al fin. Son cerca de las diez de la mañana y el Otontepec se resiste a abandonar su refugio de nubes. Es un día algo sombrío debido a la amenaza de lluvia (algo típico de la temporada) y, sin embargo, nada nos habría detenido para estar aquí: ¡Es miércoles Grande!
El miércoles es el día en que comúnmente se monta un mercado sobre ruedas (llamado "tianguis" por este rumbo de la huasteca veracruzana) en la cabecera municipal de Tepetzintla, Veracruz; esto ocurre cada semana; sin embargo, este miércoles es diferente a cualquier otro día del año, porque es el miércoles previo a la festividad de Todos los Santos (o "todos santos" como se le dice comúnmente).
Los lugareños le llaman "Miércoles Grande" y es que es justamente uno de los días del año en que la plaza es más concurrida, ya que todos acuden a aprovisionarse de lo necesario para celebrar a sus difuntos: carne de cerdo (para adobo y tamales), hojas para tamal, frutas para ofrendar, maíz para preparar el nixtamal, piloncillo para el pan y el atole, cacao para el chocolate, algún guajolote (pavo) para el mole, y, por supuesto, todo el avituallamiento necesario para erigir el altar que conmemora la celebración: Flores naturales de Cempasúchil y Mano de León, Palmilla en sus diversas presentaciones, pan de muerto, manteles, candeleros, copaleros, velas, dulces, canastas y, por supuesto los "arcos" decorativos (para el altar) y las coronas (para colocar en las tumbas) compuestos por flores y hojas elaboradas en papel crepé y papel bond encerado y, en estos últimos años, con un material nuevo: flores de foamy.
Locales y turistas caminan de aquí para allá en espera de conseguir lo necesario y, conforme se recorren los pasillos, entre los diversos puestos se escucha el musical dialecto propio de los habitantes de la región mezclado con el español. El día de plaza es un encuentro cultural que es realzado principalmente en esta particular fecha del año.
Podría decirse que el Miércoles Grande marca el inicio de la celebración de todos los santos, porque la alegría propia de la festividad (acentuada por el colorido propio de los productos) ya empieza a dominar a todos. Y es que, en México, se celebra a los difuntos con el corazón alegre, con una fiesta por todo lo alto en la que domina el sincretismo religioso y la convicción de que existe una vida después de la muerte.
