El día ayer me ocurrió algo extraño: comencé a sentir una añoranza desmedida por la ciudad de Quebec:
Empezó temprano, al ir en el autobús y contemplar las calles potosinas: los pinos y las múltiples combinaciones de verde de los jardínes de la ciudad.
Después de bajar del autobús continué caminando para llegar a la Iglesia donde se realizaría el retiro de la Divina Misericordia y al mirar los árboles, que comenzaban a tirar las hojas, recordé de nuevo la ciudad sede del 49° Congreso Eucarístico Internacional.
Durante el retiro una amiga me recordó que no le había dado aún las estampas y la postal que prometí reponerle el año anterior (precisamente relativa al Congreso). Y al caminar, durante el receso en el retiro, en busca de un ciber-café, nuevamente recordé lo difícil que era conseguir lugar en el área de cómputo del CEI durante el Congreso de 2008.
Total que, sin querer, le pregunté al Señor "¿Será que algún día podré visitar Quebec de nuevo, ya no en plan de Peregrina, sino como turista?".
La pregunta quedó sin respuesta; aunque a mi parecer es casi imposible que eso ocurra alguna vez. ¿Porqué? Pues porque la vida sigue su curso, y los Congresos Eucarísticos Internacionales mudan de sitio y, a decir verdad, es únicamente gracias a estos eventos que puedo pensar en viajar al extranjero. Y por si eso no contara, ahora ya hay que tramitar visa para viajar a Canadá y presentar no se cuánto en efectivo disponible para que lo consideren a uno con la solvencia suficiente para permitirle entrar al país. ¡Ah! Las consecuencias de la migración ilegal.
Después del retiro visité el Convento de las Clarisas, y entré un momento a conversar con el Señor y, de nuevo, recordé que había ido a visitarlo antes de partir hacia Quebec -prácticamente esa fue una de las últimas visitas que le hice al Señor antes de viajar-. Ha habido innumerables ocasiones en que visito al Señor aquí; siempre procuro hacerlo al regresar de viaje o antes de salir y las hermanas Clarisas muy amablemente me lo permiten.
Después de dejar el convento llegué a Aranzazú y de ahí caminé por el callejón de San Francisco, que da al Jardín de San Francisco y el aire histórico, propio del centro de la ciudad, me envolvió. Llegué a Catedral y, nuevamente, recordé cuántas cosas han pasado desde que un día, el llanto me dominó ante el sagrario, porque pensé que siempre no iría al 49° CEI.
Me dirigí a la parada de autobuses y, tras pensarlo mejor, decidí pasar un rato al ciber-café a buscar unos documentos que necesito estudiar para mi apostolado y también a revisar el tráfico en FFNet y editar la profile; después, resolví regresar a Catedral para escuchar misa de 6 y entonces atisbé el carruaje del Hotel-museo, que da recorridos turísticos por el Centro Histórico e innevitablemente mis recuerdos de los carruajes turísticos de Quebec afloraron.
Escuché misa y saludé a una religiosa a la que aprecio muchísimo y después me dispuse a regresar a casa y, mientras cruzaba la plaza del Carmen, y contemplaba por un minuto la fachada del templo del mismo nombre, recordé el espectáculo de luz que se da en este lugar en las temporadas turísticas altas y... recordé que, el día de la procesión con el Santísimo Sacramento allá en Québec, había un espectáculo similar en un edificio del puerto (no recuerdo cómo se llama); sólo que no pude quedarme a verlo porque íbamos en procesión y era más emocionante esto que aquello =P je!.
Nuevamente, ante el recuerdo, pensé que será muy difícil que pueda ir a Quebec otra vez. Aunque en esta ocasión también pensé que era una tontería no conformarme con haber ido siquiera una vez, puesto que, de no ser por el CEI probablemente jamás hubiera tenido el valor, ni conseguido reunir los recursos, para viajar al extranjero. Así que dí gracias a Dios por aquella experiencia y me dirigí a casa; aunque prevaleció en mi interior la duda de si no será Dublín 2012 una empresa muy ambiciosa y tan sólo un sueño...
Al llegar a casa, me dispuse a cenar y, mientras preparaba la cena, mi mamá cambió los canales de televisor y se detuvo en uno, exclamando: ¡Mira! ¡pero si parece Quebec!. Efectivamente: lo era. Y lo supe no sólo por lo que mi mamá dijo, sino porque escuché a la presentadora mencionar: "Chateau Frontegnac". Apagué la estufa y fui a ver la tele: estaba iniciando un programa documental titulado "Quebec, a la carte", auspiciado por la organización BonJour Quebec (una especia de cámara de comercio y turismo de Quebec, creo), totalmente en idioma español, y que en esa emisión tenía como invitados a dos mexicanos que mostraron, en su muy particular estilo, lugares para divertirse en temporada invernal, incluído un hotel de hielo y su capilla y el bar.
¡Fue mágico! ¡En serio!. Es increíble, pero de pronto vi las calles y me dije: ¡Si yo anduve ahí! ¡Me tocó caminar por donde está ese parque, cuando regresaba de la Gare du Palais con el montón de estampas de la Divina Misericordia y el Divino Niño! ¡Y el río San Lorenzo realmente se aprecia maravillosamente en las tomas!. Al parecer "Quebec a la Carte" es un programa realizado bajo el patrocino de BonJour Quebec para promover el turismo hacia la región. Y no puedo evitar pensar que, si Dios me concede regresar a Quebec... ¡¡Deberá ser en invierno!!
Pero la cosa no terminó ahí y al finalizar el día; resulta que, al retirarme a descansar y tomar mi minilap del buró, descubrí este folder:
Me pareció extraño encontrarlo ahí; porque usualmente lo mantengo en el cajón del mismo buró y no recuerdo haberlo sacado de ahí; pero el caso es que me alarmé de encontrarlo como tirado al descuido, y aplastado por el peso de la mini, ya que contiene un pequeño tesoro, un trozo de Quebec que consiguió evadir la inspección de la aerolínea:
¡Hojas de Maple Canadiense! ¡Las mejores que pude conseguir en los terrenos de la Universidad Laval!
El fólder (que también tengo en su versión en lengua francesa) dice:
La Eucaristía, un don...
para redescubrir en 2006,
para profundizar en 2007,
¡Para celebrar en 2008!
para redescubrir en 2006,
para profundizar en 2007,
¡Para celebrar en 2008!
¿Un mensaje del Cielo?
Muy probablemente...