En México siempre se encuentra un motivo para festejar, y unas fechas como aquellas donde la liturgia de la Iglesia conmemora a Todos los Santos y a las almas de los fieles difuntos no puede pasar desapercibida.
Siendo una nación donde se entremezclan tradiciones y modernidad, y una cultura polifacética, acostumbrada a amalgamar, esta celebración adquiere, en cada sitio, diferentes rostros; aunque un mismo corazón.
En la celebración de Todos Santos la creencia popular (fusionada de la religión católica y de la mitología prehispánica) es que las almas de los seres queridos que ya fallecieron tienen permiso de venir a darse la vuelta y visitarnos. Así que son días por demás especiales, en donde se prepara un banquete con lo que se tenga a mano y se erige un altar para ofrendar, a aquéllos que se nos adelantaron, los alimentos que preferían en vida.
El primer día está comúnmente dedicado a las almas de los pequeños (por este motivo se ofrendan dulces, golosinas, tamales de azúcar rellenos de pasas, chocolate, cacahuates, confites, bombones, refresco, conservas (de cahuayote, ciruela, durazno, etc), dulce de calabaza, panecillos y todo cuanto un niño pueda desear. El segundo día está reservado a las almas de los adultos, y no puede faltar en el altar los tamales (de pipián, puerco, pollo, frijol, picadillo, y todo cuanto se nos ocurra), el adobo, el mole, el zacahuil (un tamal especial -enorme- que se elabora en la región huasteca) el chocolate, el café, agua simple, agua de sabor, refresco, pan y, si el difunto era "alegre" la cerveza, los cigarros y alguna que otra bebida alcohólica que hubiera preferido. Así mismo, el altar se decora con frutas de temporada (naranjas, mandarinas, limas, caña de azúcar, manzanas, peras, uvas, etc), dulces, confites, y se adorna también con un arco de flores artificales (de papel encerado, tela, listón o foamy) y flores de cempasúchil -comúnmente llamadas "flor de muerto"-, flores mano de león, y alguna que otra especie más. En ciertos lugares de la huasteca, se elabora, también para colocar como adorno, un pan especial, muy colorido, con figuras de la naturaleza o motivos alusivos. Además que muchos acostumbran estrenar un mantel (bordado, si se puede) para cubrir la mesa donde se ponen las imágenes religiosas y las ofrendas, sobre la cual también se colocan copaleros y candeleros y veladoras. También se acostumbra marcar un camino desde la entrada de la casa, hasta donde se encuentra el altar, con pétalos de flor de cempasúchil. La idea es recibir a nuestros seres queridos como si de una visita súper especial se tratara -¡Caramba! ¡Que nada más pueden venir una vez al año!- y disfrutar a lo grande por su presencia entre nosotros.
También es tradición visitar las tumbas (El día primero si son niños y el día dos si son adultos) y llevarles algún arreglo, sea corona o macetero, de flores naturales y/o artificiales, además de que, por lo regular, para esos días se asean las tumbas, se pintan o restauran las cruces, para que el día de la visita queden ¡de fiesta!. En algunos lugares de la región se acostumbra visitar el cementerio y llevar parte de los alimentos elaborados para esos días y así compartir una comida con el difunto o los difuntos. Por aquí y por allá las tumbas resaltan decoradas por las ofrendas florales y por pétalos de cempasúchil. Los cohetes y pirotecnia están a la orden del día y pueden escucharse explosiones aquí y allá; así mismo, en algunos lugares también se tiene la costumbre de que los grupos musicales (huapangueros, tríos, mariachis, etc) rondan por el panteón a la espera de que alguien les solicite la canción favorita del difunt@.
Otra cosa curiosa y muy arraigada es el aspecto de convivencia y solidaridad generalizado: es tiempo de dar, y cual más cual menos, acabamos todos con tamales de diversas ollas (=P por aquello de que cada vecino llega y te trae un plato lleno), pan de varias horneadas (=P ñami ñami!) y como con cinco diferentes guisados aparte del elaborado en casa. Aparte, claro, de las curiosidades propias de cada familia:que uno hace chocolate casero, que otro siempre elabora dulce de calabaza, que otro hace "pan batido" y que más allá hirvieron elotes porque a la abuela le gustaba... ¡Uff! ¡Es cuento de nunca acabar!: de verdad que se desea un estómago de repuesto =P, especialmente en sitios donde la costumbre es no desairar ninguna invitación a comer (vamos, que si visitas cinco casas... ¡en las cinco tienes que comer! @_+)
En el aspecto de la fe, bueno, está muy arraigada también la costumbre de celebrar el día 2 la Eucaristía en el Panteón (Las listas de intenciones por los difuntos se vuelven i-n-t-e-r-m-i-n-a-b-l-e-s y las incomodidades propias de distribuir tanta gente entre las tumbas están a la orden del día).
Rasgos más, rasgos menos: esto es México, esto es la fe y la alegría de su gente y así se vive "El día de muertos"... con crisis económica, pero con mucho cariño.